martes, 19 de octubre de 2010

PRÓLOGO

Devuélveme, pues, también, aquellos tiempos en que yo
mismo estaba en flor, en que un copioso manantial de cantos
nacía de nuevo sin cesar, en que las nieblas me velaban el
mundo, en que el capullo me prometía aún maravillas, y
cogía yo a miles las flores que con profusión llenaban todos
los valles. Nada tenía entonces, y sin embargo, tenía lo
suficiente: afán de verdad y placer en la ilusión. Tórname
aquellos indómitos impulsos, aquella íntima felicidad llena de
dolor, la fuerza del odio, la potencia del amor; ¡devuélveme
la juventud!

Pues bien, éste es un fragmento tomado del prólogo del Fausto de Goethe. En él, el Autor expresa la sensación del paso inexorable del tiempo, 'Tempus Fugit', acuñado por Virgilio y que, más tarde, los románticos adoptaron para representar la lucha de un hombre ante la realidad miserable y materialista coetánea, porque, todo tiempo anterior fue mejor... o no?

Lo cierto es que el hombre tiende a recordar siempre los buenos momentos, idealizarlos e intentar dejar aparte las frustraciones pasadas que harían de nuestro presente más... patético.

Pero, ¿es esto un modo de autodefensa? ¿o un pequeño error en el largo camino de nuestra evolución?

Quizá esta jugarreta de la memoria ayude a nuestra felicidad, pero lo que sí es cierto es que nos permite disfrutar una y otra vez de los errores que ya anteriormente hayamos cometido, aún habiendo tenido malas experiencias... ¿o es que estas experiencias no han sido lo suficientemente malas?

A pesar de ellas, desearía volver, volver a aquel momento en que cada segundo de tu ausencia destrozaba algo en mi interior, porque absolutamente todo mereció la pena, aunque que cada vez recuerdo menos ciertas cosas.

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