jueves, 30 de julio de 2015

Muerte

Dicen que tu sombra acecha a todos por igual, pero por circunstancias que no comprendo, has tomado otro camino durante 25 años.

 

Entonces, tu asqueroso olor se me quedó grabado mientras besaba el rostro de una monja que agonizaba de dolor y que tú, maldita bastarda, hiciste rogar tu llegada renunciando a sus creencias.

 

Hubo partes de mi vida que te busqué hasta el punto que llegué a la conclusión de que no querías saber de mi, con lo cual arriesgué tanto que todos me tomaban por loco.

 

Durante este tiempo, me pasaste refilón quitándome cariños, recetas, miradas y experiencias y haciendo desgraciados a los que quiero.

 

Hace unos días volví a respirar tu agrio hedor y llegaste, y llegaste al día siguiente, al igual que años atrás, dejándome claro quién eres, dejándome claro que me avisarás la próxima vez de nuevo, dejándome claro que me has hecho un regalo poco común y que no deseo.

 

Y me quitaste un pedacito de mi.

 

Y dime ahora a quién pelaré las gambas, y a quién recogeré la servilleta, y a quién le quitaré el tocino del jamón, y a quién arrimaré a la mesa, y quién me dirá los nombres de los actores americanos con las letras completamente cambiadas, y a quién observaré sin descanso mientras veía su telenovela y leyendo los textos audiodescritos, y a quién limparé las gafas, y a quién besaré hasta estar cansado, y de quién voy a esperar que me suelte perlas, ya fueran vivencias o puntaditas de cruz de humor. 

 

Y ya echo de menos el sonido insoportable del audífono mientras ella actuaba como si nada, y ya echo de menos llamar a mi madre y que me diga si quiero hablar con ella, y ya echo de menos presumir que tengo una abuela centenaria que hacía dos pantalones diarios a mano cuando era joven.

 

Porque todo eso me los has quitado como se lo has quitado a mis primos que te querían por igual, porque igual era ella con todos, generosa, cariñosa, alegre, graciosa, paciente, incondicional y fiel.

 

Y te aborrezco por mucho que me aprecies.

 

Cerda hija de puta, tan maldita como verdadera y necesaria, te ruego me des un respiro aunque sé que a partir de ahora no me serás tan esquiva.

Adiós Abuela

Doña Dolores Prieto Zamora nació en el Arenal, en una casa donde, como ella contaba, caían las orejas de La Maestranza. ¿se podía ser más sevillana?

 

Fue costurera, esposa, madre, abuela y bisabuela. Vivió con alegría cada día. Nos hizo disfrutar de su humor, sus anécdotas y sabiduría, sin un mal gesto ni una mala palabra.

 

Devota de la Carretería, Santa Ángela y la Divina Pastora de Capuchinos.

 

Derrochaba amor y cariño infinitos, exigía besos miles en la cara, en ambos lados, y millones más que lanzaba a distancia con la mano.

 

Vivió con tranquilidad excepto cuando caminaba o subía unas escaleras, en que a todos nos dejaba atrás asfixiados.

 

En su casa los retratos de su familia inundaban las estanterías.

 

Nos enriqueció con una forma de hablar que ya no se escucha: colores grana, gustos sabrosos, coplillas, estoy reinando en algo…

 

Nos enseñó lo que decía un abanico y la vida misma.

 

Acompañaba a sus nietos en la siesta agarrándolos de la mano, esa mano suave que jamás olvidaremos.

 

Gracias Dios por dejarnos disfrutar de ella tantos años

 

Gracias Dios por no hacerla sufrir apenas.