lunes, 26 de enero de 2009

SOLEDAD

¿No os sentís a veces como si fuerais un árbol en medio del campo?

Pasan los pájaros con su instintivo afán de supervivencia buscando comida, refugio y algo más, se acercan a ti, a veces anidan, pero acaban yéndose a otra parte a buscar otros climas, otros países, otros árboles…
Pasan los automóviles a toda velocidad en una dirección desconocida siendo perseguidos por quién sabe qué.
Pasan las personas, algunas se paran a tu lado a observarte, otras ni te miran.

Al fin y al cabo, el tiempo pasa, tu corteza se endurece, ves tus hojas y tus frutos derramados a tu alrededor a la espera que se lo lleve el viento o los animales o simplemente pudriéndose al estar ya rota su conexión con la savia que ha provocado su creación.

Y así hasta que llegue una nueva primavera en la que todo vuelva a empezar, en la que vuelvas a ser necesario para la vida de otros seres y tomen de ti lo necesario para su propia vida, abonando la tierra que alimente tus raíces y así ser de un modo u otro parte de ellos, parte de otro ser que a su vez se ha alimentado de otro ser.

El problema en sí no es otro que el de aceptar que la realidad es así, que nada perdura excepto lo que, para nuestro consuelo, nosotros consideramos nobles gestos y sentimientos profundos dados sin esperar nada a cambio. Lo que ocurre es que no todo el mundo lo considera así, y echa por tierra tu nobleza, dedicación y gratitud. Porque al final no somos sino seres que interactúan presuponiendo que lo hacemos por mutuo interés.

Pero, ¿es el interés el que nos mueve a relacionarnos? Por supuesto que lo es, otra cosa muy distinta es que éste interés sea mutuo o únicamente para el propio provecho nuestro. Éste este egoísmo imperante hace que las relaciones se deterioren ya que al no haber intercambio de intereses los lazos se debiliten y la calidad del intercambio sea menor cada vez hasta que sea nulo.

Como dijo mi progenitor, ‘la vida es muy puñetera y te va a ir poniendo zancadillas continuamente’. Quizás sea la mejor enseñanza que jamás haya recibido, pero ¡JODER, que me deje levantarme de vez en cuando!

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